martes, 27 de diciembre de 2011

STENCIL



Para muchas personas, significa discutir de vandalismo, delincuencia y violencia, desproporción o extravagancia, términos además asociados con la fealdad y lo grotesco. Pero más allá de cualquier tipo de prejuicio, y atendiendo las nociones modernas de arte y de libertad de expresión, el stencil es una manifestación artística, cultural y hasta publicitaria, en la que sale a flote la sensibilidad, circulan ideas y se interviene el espacio.

La noche, la clandestinidad y el anonimato son los mejores aliados de estos profesionales de la plantilla y el aerosol, que colorean la oscuridad y ofrecen una perspectiva reflexiva.

El stencil insinúa, sugiere, lleva a la reflexión, transgrede: si el mundo moderno que arranca en el siglo XV, sabe apreciar la verdad de la belleza, y ofrece un panorama basado en cánones que se reinventan con constancia y juegan experimentalmente con el mundo de la vida, ese conjunto de trazos que configuran al stencil, ofrecen también, a su modo, un espectáculo donde lo bello y lo sublime se cruzan, y donde es posible conseguir una verdadera embriaguez estética que exige, la sobriedad absoluta de los sentidos.

Algunos stencileros afirman que cada momento en la calle, cada diseño pensado todo trabajo para la plantilla, involucran afectos, imágenes, insatisfacciones y necesidades que revientan cuando llegado el momento, la tinta vuelve realidad una fantasía de ver algo en un muro que muchos repararán es entonces allí, cuando se evidencia esa unión de lo físico de un lugar con la apropiación y asimilación social, donde a pesar de los prejuicios, el mensaje despierta ironía mediante elementos cotidianos. “El stencil es libertad” con estas palabras definen la gran ventaja de quien ejercita el arte que vuela lejos de la jaula del museo.

La socióloga colombiana Mariela C. plantea que con respecto a este tipo de expresiones, la gente común no se atreve a hacer una simple distinción: la de violencia y conflicto. Ella anota que el conflicto es propio del ser humano, responde a la diferencia, y es constructivo. Por su parte, la violencia es el resultado de una elección por parte del individuo, no siendo natural al ser humano, surge además como mecanismo de legitimación, resultando en la mayor de las veces, destructiva.

Nada pues más alejado de la realidad que asociar el fenómeno del stencil con la violencia o la destrucción. El stencil, responde a un conflicto: “el conflicto del ser humano con su sistema económico, con su cultura, con sus creencias y con sus dirigentes”.

Y evidentemente, en los antecedentesde la técnica del stencil, se registran este tipo de conflictos con el entorno, llevados de bella manera a la manifestación gráfica.

Los conocedores del tema, afirman que en los primeros pictogramas (tatarabuelos del stencil), hallados en las uevas prehistóricas y tumbas faraónicas, aparecen las huellas y rastros de las dificultades de los humanos en la caza, o en su relación con lo divino. Sin embargo, y en ello debemos ser honestos, la pwrimera vez que adquirió sentido político fue en la década del 40, con plantillas y pinturas que utilizaron los fascistas italianos para transmitir sus mensajes. Veinte años más tarde fue apropiado por los estudiantes del Mayo francés. Y luego por los movimientos revolucionarios de México y el País Vasco en los 70’s, a partir de allí, se popularizarán en la mente y mano de quienes advierten y delatan lo nocivo en términos políticos, económicos, de comunicación masiva…

Renato Barilli, historiador de arte rescata la tesis Hegeliana de que todo arte, “es arte de su tiempo”, podemos decir que el stencil responde a un tiempo: el de la consolidación y desarrollo de las grandes urbes, el gran desarrollo industrial y la revolución digital. El stencil es, siguiendo este razonamiento, una práctica contextualizada dentro de un clima cultural “mundializado”, caracterizado por la circulación masiva de información, de ideas y de “referencias globales” (Coca Cola, Irak, Armas nucleares, el hambre, África…).

En este sentido, el acceso al stencil se relaciona con la posesión de ciertas referencias culturales mundiales diferencialmente distribuidas en el espacio social, permitiendo “voltear” o transgredir esferas aparentemente intocables, desde un punto de vista espectacular a toda costa.

Muchos stencileros, se adhieren a la tesis de que la cultura en las actuales “sociedades capitalistas” articula una doble función, como lo plantean estudios serios sobre el tema: “por un lado, es instrumento de difusión masiva de valores que afianzan las desigualdades entre las gentes y los pueblos; y por el otro se convierte en simple mercancía susceptible intercambiada como cualquier artículo”. Allí es donde el arte tiene algo que decir, y lo dice con ironía, con sátira y hasta con rabia o humor.

Son los sentimientos y los valores que el artista sabe plasmar con propiedad.

La creación no tiene límites, incluso puede responder al estímulo de la desigualdad, de la pobreza, de la manipulación masiva. Como la radio rebelde argentina dijo: “si la prensa es del capital, las paredes son nuestras”, sintetiza esta moderna expresión de las calles, donde el lienzo no es el rectángulo cerrado de los museos o los libros, donde la mugre y el gris cemento revitalizan la reflexión, una reflexión que estimula y sugiere. Es el stencil pues, un arte de la sugerencia, que aventura unas nuevas relaciones del ser humano con su entorno, que responde a un tiempo y espacio precisos (la urbe), que cuenta historias y transgrede valores.

MyChela/CLUAMX

(Publicado en Con-Ciencia Estudiantil, Jul.2011)

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